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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CALIDAD DE ENSEÑANZA ( I/ II )

La Consejera de Educación de la Junta de Andalucía ha venido defendiendo con un denuedo que no se compadece con la bondad de sus resultados, la implantación a los profesores de Enseñanzas Primaria y Secundaria de una especie de impuesto al revés, una suerte de tributo que la Administración paga a los profesores que se sometan a las exigencias estadísticas y propagandísticas de los dirigentes (dirigir, poco; manipular y distorsionar, mucho) educacionales de nuestra Autonomía. Justifica la señora Consejera ese "tributo revolucionario" en función de alcanzar una calidad de enseñanza que, según se colige de sus propias palabras, no posee el sistema educativo andaluz. Claro, que el Informe PISA ya lo pone de relieve al situar a Andalucía como la Comunidad primera de España en los peores resultados académicos y en considerarla una de las más grandes campeonas del fracaso escolar en el mundo civilizado. Es un triste récord que la señora Teresa Jiménez quiere romper como sea, sin que sus ideas políticas ni científicas ni pedagogicas ni empresariales ni nada le permitan lograrlo.

    Para empezar, hay que preguntarse la noción que doña Teresa posee del concepto "calidad", pues a la vista del panorama, de enseñanza posee una idea confusa, difusa, profusa y obtusa. Mucho "usa" pero poco trasciende. Si la enseñanza es un producto, su calidad viene dada por la percepción del cliente hacia ese producto y del nivel significativo que el producto tiene para ese cliente. En cuyo caso, ¿por qué el presidente Chaves no ha educado a sus hijos en la escuela o en la universidad pública, y así tantos otros políticos socialistas, y, por el contrario, han matriculado a sus retoños en centros docentes privados? Será, digo yo, porque no se fían de la calidad del producto que ellos venden. No me imagino a los directivos de BMW conduciendo un Audi en una convención comercial de automóviles. Si cualificamos la enseñanza atendiendo a la perspectiva de sus usuarios, tendremos en cuenta cómo responde a las preferencias y a las necesidades de los estudiantes y/o de sus padres. En cuyo caso, la calidad es adecuación al uso de sí mismo en la actualización de los roles presentados, lo cual nos conduce a una realidad terrorífica: los alumnos andaluces abandonan en un alto porcentaje sus estudios secundarios y muchos de los que permanecen en ellos se ven abocados a seguir una filosofía de vida en un mundo cambiante que apenas tiene cosas en común con lo que los centros educativos ofrecen.

(...)

 

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