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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CALIDAD DE ENSEÑANZA ( II/II )

 

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Si analizamos la calidad de la enseñanza desde la perspectiva de la tecnología, el horizonte se ensombrece hasta el tenebrismo más caravaggiesco, porque los datos que se procesan, si son veraces, si no se manipulan, estremecen a la ciudadanía y sobre todo a los profesionales de la docencia y de la decencia enseñante. Y qué pasaría si analizamos la calidad de la enseñanza desde la perspectiva de la producción. Pues más de lo mismo. Si contrastamos los resultados obtenidos en las evaluaciones con los objetivos y contenidos de las asignaturas del curriculum, podemos llegar a una conclusión febril, en tanto se comprobaría que la mayoría de las programaciones que los profesores realizan a principio de curso son pura basura, simple burocracia inútil, vacua expresión de la nada más alienante. En este sentido, todo parecido entre programación y su cumplimiento es, salvo las excepciones que confirman la regla, pura coincidencia. Pero, ¿de verdad creemos que la educación es un valor en nuestra sociedad? En principio, sí, pero desde el momento en que la propedéutica ha perdido su razón de ser en la promoción de los estudiantes y desde la óptica social de la profesión docente como oficio de hambre y vacaciones, este valor se halla en tal crisis que, a su lado, la recesión económica que padecemos millones de españoles (salvo Zapatero y muchos de sus correligionarios del PSOE, así como los más ricos del lugar) es "peccata minuta". Porque de ser un valor reconocido, cómo es posible que por ejemplo la Secretaria de Estado Leire Pajín haya accedido a tan alto cargo y tan elevada función si, por ejemplo, existen cientos de españoles cuyos méritos académicos son indiscutiblemente superiores. O la propia Consejera de Educación, o los delegados provinciales, ¿acaso ocupan esas responsabilidades por la virtud y el mérito de sus estudios, en concurrencia objetiva con otros colegas, o más bien su cargo se lo deben única y exclusivamente a su afiliación al partido de Chaves? Así, se concluye que el valor no es tal, sino propaganda, retórica, imagen, engaño,... Hoy el centro educativo no entrega al cliente lo que quiere, una educación amplia que le permita competir en igualdad con otros, sino un diploma, un titulito que le faculta para engrosar el curriculum con el que alardear en las filas del desempleo.

    ¿Cuál es la causa motriz del comentario de turno? La lectura, en diversos medios escritos, de la siguiente noticia: "La Consejería de Educación deja de cubrir diariamente una media de 1.658 profesores de baja, según un informe de Comisiones Obreras de Andalucía". Según una encuesta realizada por este sindicato, "más del 31 por ciento de las bajas se encuentran sin cubrir, lo que representa una media del dos por ciento de la plantilla de estos centros". Es decir, que más de 35.000 alumnos no son atendidos debidamente cada día y no tienen clases que deberían tener con profesores sustitutos. CC.OO., que en muchas ocasiones es el sindicato de referencia por su defensa de los trabajadores, se moja esta vez y denuncia a la Consejería diciendo (pese a haber suscrito con ella la idea del tributo revolucionario) que, a la vista de estos datos, "no podemos hablar de calidad educativa cuando a un número importante de alumnado se le está negando el instrumento central del derecho a la Educación, como es el contar con un profesor o profesora durante todos los días lectivos del año escolar, indistintamente de los avatares que se puedan presentar". A juicio de Blanco, dirigente de esta central sindical, "es necesario terminar con la costumbre implantada por la actuación administrativa de no cubrir las bajas con una duración inferior a 15 días en Primaria y de un mes en Secundaria". "No se debe continuar con estas prácticas y con el sistema burocratizado e inoperante de trámites que han de superar las solicitudes de cobertura de bajas que realizan los centros".

    Y es que la calidad empieza porque desde la Consejera de Educación a la recua de directores generales, jefes de servicio y demás caterva de profesores convertidos, de un plumazo y de una decisión de partido, en directivos educacionales, se vayan a sus centros docentes, previa exigencia de responsabilidades ante el lamentable estado en el que han dejado el patio educativo y el ínfimo nivel en que han situado la bandera andaluza. Esos desertores de la tiza, panda de desahogados y paniaguados, deben retornar a la realidad docente. Dejen de jugar a ejecutivos. Cedan sus funciones a quienes realmente saben, sin discriminación por razón de color, sexo, ideología y consanguinidad/afinidad. Muy lejos.

Un saludo.

           

 

 

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