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Francisco Velasco. Abogado e historiador

CORTES, QUE NO RECORTES

 

 

                El inicio del curso escolar nos ha permitido ver a la presidente de Andalucía, Dª Susana Díaz, en Moguer con ocasión del acto de inauguración de un centro público de educación infantil y primaria. Hasta ahí, genial.

 

                La corte de la mandamás soberana, integrada por los de casi siempre, se distribuían a su alrededor a fin de ser inmortalizados por los fotógrafos del evento. Rodeada de los jefecillos del Psoe y de algunos vecinos de la localidad, Díaz dejó muestras de su pericia dialéctica regalándonos frases para una posteridad de un par de días.

 

                 Así: que si “el gobierno andaluz sigue invirtiendo en una educación pública y de calidad”, como si la conjunción copulativa fuera necesaria; que si “la educación pública es el ascensor social…”, olvidando que el trampolín  es la militancia sumisa en el partido; que si “no puede haber un solo recorte en educación pública”, burlándose de las matemáticas en el corazón de la enseñanza de la materia.

 

                Menuda cara. La Junta de Susana, de Ojeda, de Ávila, de Fernández, de Viera y demás compañeros formadores es maestra en el arte de recortar. Qué digo de recortar. De cercenar, de tajar, de tronchar, de guillotinar, de extirpar y de sangrar los presupuestos. Eso sí, previa atribución de la maldad al partido popular.

 

                Mientras las loas a su gobierno se sucedían y se rendía culto a la divina líder de la Junta de las corrupciones aláyicas, fuera del recinto, la realidad se hacía un  hueco entre tanto palmero. Un grupo de agentes locales de promoción de empleo, despedidos dos años antes, se manifestaba ante la gran diva de la política psoecialista. Le pedían que acatase la sentencia judicial de readmisión de los trabajadores. Pero ni caso. Cómo se atrevían, pudo pensar, esos desharrapados a incomodar a la insigne visitante, epígono del movimiento conocido como “podemos cambiar a Pablo antes que a la iglesia”.

 

                Antes muerta que sencilla. La verdad tiene su techo; si se traspasa, aparece el trauma de la estupidez.

 

                Un saludo.

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