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Francisco Velasco. Abogado e historiador

LA EMPALIZADA

Tengo a José Pablo Vázquez Hierro por una persona honrada. En el viejo y propio uso de la expresión, lo considero un caballero. Noble en tanto leal y desinteresado. He compartido con él tertulias en el programa de Paco Morán. Nunca escatimé elogios para con sus mensajes ecologistas y políticos. Nada hay, por el momento, que me impulse a minorar mis públicas alabanzas. Sí existen, sin embargo, sombras que apagan los fulgores iniciales. Máculas que entoldan la luz y oscurecen la memoria. Vallas que se levantan. Parapetos que ocultan. Verjas que separan. Barreras y barridos. Apartados y atropellos.

José Pablo Vázquez obtuvo una concejalía en las pasadas elecciones muncipales. Un logro extraordinario. La reflexión que subsigue viene del análisis político. La concejalía se adjudica, jurídicamente, al candidato número uno. Desde el punto de vista moral, el éxito electoral es propiedad exclusiva de la Asociación “Mesa de la Ría”. Así lo he creído y de esta idea hago causa. No es José Pablo el artífice del triunfo. Sí lo es la Asociación a la que pertenece. Sin disminuir un gramo la masa de prestigio que aporta José Pablo, el arquitecto no es Pedro Rodríguez. Es decir, el alcalde de Huelva sí posee un carisma y un gancho de atracción para el PP que, ni de lejos ni de broma, es atribuible al bueno del concejal ecologista.

Nuestra Constitución prohíbe el mandato imperativo y, pese a ello, la partitocracia lo establece y lo enarbola como distintivo esencial. La contradicción es evidente. José Pablo ostenta un acta de concejal y, desde un punto de vista constitucional, no cabe polémica al respecto. Cosa distinta es que la legitimidad discurra paralela a la legalidad. En el caso de la Mesa de la Ría, dada su singularidad asociativo-partidista y especialmente a causa del gravísimo problema ambiental de la ciudad, centro y causa de la constitución de esta formación, disociar el órgano del representante puede convertirse en un auténtico fraude de ley. Al menos, de ley moral, porque, reitero, el principio que rige nuestros comportamientos es la ética.

Mi comentario no descansa en entrevistas con representantes de las partes en conflicto. Ni he hablado con José Pablo ni he mantenido conversación alguna con Aurelio González. De ambos guardo una impresión modélica y hacia los dos proyecto mi respeto personal. A juzgar por las declaraciones de uno y otro en los medios, el señor Vázquez Hierro está equivocado. El proyecto de ciudad que esgrime el arquitecto como plataforma reivindicativa electoral residía en la erradicación de la contaminación del aire, del suelo y de las aguas. A partir de esa premisa mayor, podemos llegar a la conclusión que se quiera. En caso contrario, estaríamos hablando de una base conceptual difusa que todos los partidos defienden.

La recuperación de la Ría de Huelva es el norte de la Asociación que ahora preside Aurelio. Cualquier desviación artificiosa de la brújula partidaria constituye una estafa dialéctica. La democracia sufre un duro revés con este litigio. Uno piensa, en su ingenuidad de bien y en su lucha por la honradez, que los cargos electos precisan un plus de humildad y de adhesión a los postulados de la lista que les ha encumbrado. La institución adquiere vocación de servicio cuando la misma se pone a disposición del pueblo. Si prima el interés del representante elegido, entonces se cae en la proclividad de lo particular. Si los postulados del partido disgustan, se abandona el mismo y se teletransporta el cargo.

Desde mi punto de vista, y para concluir, si José Pablo Vázquez ha dimitido de su cargo en  la Asociación o Partido, debería poner su concejalía a disposición del grupo. Él y quienes se hallan detrás de él en la sucesión. De no ser así, la erección de la empalizada antidemocrática nos sumiría a los votantes en un estado de decepción brutal. José Pablo y los que con él colaboran en el Ayuntamiento. El sueldo y los pluses no los paga el Consistorio. Los abonamos los contribuyentes. Para engaños ya tenemos a los de Mario y los suyos. José Pablo no puede pasar de héroe a villano por una decisión errónea y por una interpretación perversa. Aurelio debe exigir la dimisión del José Pablo y la de todos los que quieran aprovechar la renuncia de éste. Si algo tengo claro, es que la marcha de José Pablo debe comportar la salida de todos los que se amparan en él para medrar, trepar y cobrar. Todos y todas. Llorando y Yolanda.

Un saludo.

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